Tuesday, November 16, 2004

the crawl

There are twenty years to go,
and twenty ways to know
who will wear,
who will wear the hat,


There are twenty years to go,
the best of all i hope,
join the ride
the medicine show,


And thems the breaks
for we designer fakes
we need to concentrate
on more than meets the eye


There are twenty years to go,
the faithful and the low
the best of starts
the broken hearts, the stone


There are twenty years to go,
the punch drunk and the blow
the worst of starts
the mercy part, the phone


And thems the breaks
for we designer fakes
we need to concentrate
on more than meets the eye


Thems the breaks
for we designer fakes
but it's you i take
'cause you're the truth not i,


There are twenty years to go,
a golden age i know
but all will pass
will end too fast you know


There are twenty years to go,
and many friends i hope
though some may hold the rose
some hold the rope


And that's the end, and that's the start of it,
that's the whole, and that's the part of it,
that's the highs, and that's the heart of it,
that's the long, and that's the short of it,
that's the best, and that's the test in it,
that's the doubt, the doubt the trust in it,
that's the sight, and that's the sound of it,
that's the gift, that's the trick in it,


You're the truth not i,
You're the truth not i,
You're the truth not i,
You're the truth not i,
You're the truth not i,
You're the truth not i,
You're the truth not i,
You're the truth not i.




Placebo -- twenty years








Monday, November 15, 2004

el lila como punto de encuentro.....

La muerte azul, la muerte verde, la muerte roja, la muerte lila, en las visiones del nacimiento.
No me hables del sol porque me moriría.
Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.
Un color como un ataúd, una transparencia que no atravesarás.


La música emite colores ingenuos.
Escucho grises, densas voces en el antiguo lugar del corazón.
Escucho tu dulcísimo llanto florecer mi silencio gris.
Agua lila, única vigilia.
Otoño en el azul de un muro: sé amparo de las pequeñas muertas.


Escucho el canto de los enlutados sellar las hendiduras del silencio.
La noche tiene el color de los párpados del muerto.
Un ahorcado se balancea en el árbol marcado con la cruz lila.
Esta lila se deshoja.
Agua negra, animal de olvido.
Y el muelle gris y las casas rojas. Y no es aún la soledad


Y las damas vestidas de rojo para mi dolor y con mi dolor insumidas en mi soplo,
agazapadas como fetos de escorpiones en el lado más interno de mi nuca.
Las madres de rojo que me aspiran el único calor que me doy con mi corazón que apenas pudo nunca latir.
Te martillean con pájaros negros. Colores enemigos se unen en la tragedia.
Y es siempre el jardín de lilas del otro lado del río,
que arrastra mi cadáver también desnudo y con un sombrero de hojas secas.


Quisiera estar muerta y entrar también yo en un corazón ajeno.
Mares y diademas, mares y serpientes.
Yo restauro, yo reconstruyo, yo ando así de rodeada de muerte.
Muñequita de papel, yo la recorté en papel celeste, verde, rojo, y se quedó en el suelo.
Como cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene.




Alejandra Pizarnik.




Current mood: sin tabaco..........


Sunday, November 14, 2004

Les Amants du Havre.

Axolotl



Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl.

El azar me llevo hasta ellos una mañana de primavera en que París habría su cola de pavorreal después de la lenta invernada. Bajé por el bulevar de Port-Royal, tomé St. Marcel y L'Hópital, vi los verdes entre tanto gris y me acorde de los leones. Era amigo de los leones y las panteras, pero nunca había entrado en el húmedo y oscuro edificio de los acuarios. Dejé mi bicicleta contra las rejas y fui a ver los tulipanes. Los leones estaban feos y tristes y mi pantera dormía. Opté por los acuarios, soslayé peces vulgares hasta dar inesperadamente con los axolotl. Me quede una hora mirándolos y salí, incapaz de otra cosa.

En la biblioteca Sainte-Geneviéve consulte un diccionario y supe que los axolotl son formas larvales, provistas de branquias, de una especie de batracios del género amblistoma. Qué eran mexicanos lo sabía ya por ellos mismos, por sus pequeños rostros rosados aztecas y el cartel en lo alto del acuario. Leí que se han encontrado ejemplares en África capaces de vivir en tierra durante los periodos de sequía y que continúan su vida en el agua al llegar la estación de las lluvias. Encontré su nombre español, ajolote, la mención de que son comestibles y que su aceite se usaba (se diría que no se usa más) como el de hígado de bacalao.

No quise consultar obras especializadas, pero volví al día siguiente al Jardin des Plantes. Empecé a ir todas las mañanas, a veces de mañana y de tarde. El guardián de los acuarios sonreía perplejo al recibir el billete. Me apoyaba en la barra de hierro que bordea los acuarios y me ponía a mirarlos. No hay nada de extraño en esto, por que desde un primer momento comprendí que estábamos vinculados, que algo infinitamente perdido y distante seguía sin embargo uniéndonos. Me había bastado detenerme aquella primera mañana ante el cristal donde unas burbujas corrían en el agua . Los axolotl se amontonaban en el mezquino y angosto (sólo yo puedo saber cuán angosto y mezquino) piso de piedra y musgo de acuario. Había nueve ejemplares, y la mayoría apoyaba la cabeza contra el cristal, mirando con sus ojos de oro a los que se acercaban. Turbado, casi avergonzado, sentí como una impudicia asomarme a esas figuras silenciosas e inmóviles aglomeradas en el fondo del acuario. Aislé mentalmente una, situada a la derecha y algo separada de las otras, para estudiarla mejor. Vi un cuerpecito rosado y como traslúcido (pensé en las estatuillas chinas de cristal lechoso), semejante a un pequeño lagarto de quince centímetros, terminado en una cola de pez de una delicadeza extraordinaria, la parte más sensible de nuestro cuerpo. Por el lomo le corría una aleta transparente que se fusionaba con la cola, pero lo que me obsesionó fueron las patas, de una finura sutilísima, acabadas en menudos dedos, en uñas minuciosamente humanas. Y entonces descubrí sus ojos, su cara. Un rostro inexpresivo sin otro rasgo que los ojos, dos orificios como cabezas de alfiler, enteramente de un oro transparente, carentes de toda vida pero mirando, dejándose penetrar por mi mirada que parecía pasar a través del punto áureo y perderse en un diáfano misterio interior. Un delgadísimo halo negro rodeaba el ojo y lo inscribía en la carne rosa, en la piedra rosa de la cabeza vagamente triangular pero con lados curvos e irregulares, que le daban una total semejanza con una estatuilla corroída por el tiempo. La boca estaba disimulada por el plano triangular de la cara, sólo de perfil se adivinaba su tamaño considerable; de frente una fina hendidura rasgaba apenas la piedra sin vida. A ambos lados de la cabeza, donde hubieran debido estar las orejas, le crecían tres ramitas rojas como de coral, una excrescencia vegetal, las branquias, supongo. Y era lo único vivo en él, cada diez o quince segundos las ramitas se enderezaban rígidamente y volvían a bajarse. A veces una pata se movía apenas, yo veía los diminutos dedos posándose con suavidad en el musgo. Es que no nos gusta movernos mucho, y el acuario es tan mezquino; apenas avanzamos un poco nos damos con la cola o la cabeza de otro de nosotros; surgen dificultades, pelea, fatiga. El tiempo se siente menos si nos estamos quietos.

Fue su quietud lo que me hizo inclinarme fascinado la primera vez que vi los axolotl. Oscuramente me pareció comprender su voluntad secreta, abolir el espacio y el tiempo con una inmovilidad indiferente. Después supe mejor, la contracción de las branquias, el tanteo de las finas patas en las piedras, la repentina natación (algunos de ellos nadas con la simple ondulación del cuerpo) me probó que eran capaces de evadirse de ese sopor mineral en que pasaban horas enteras. Sus ojos, sobre todo, me obsesionaban. Al lado de ellos, en los restantes acuarios, diversos peces me mostraban la simple estupidez de sus hermosos ojos semejantes a los nuestros. Los ojos de los axolotl me decían de la presencia de una vida diferente, de otra manera de mirar. Pegando mi cara al vidrio (a veces el guardián tosía, inquieto) buscaba ver los diminutos puntos áureos, esa entrada al mundo infinitamente lento y remoto de las criaturas rosadas. Era inútil golpear con el dedo en el cristal, delante de sus caras; jamás se advertía la menor reacción. Los ojos de oro seguían ardiendo con su dulce, terrible luz; seguían mirándose desde una profundidad insondable que me daba vértigo.

Y sin embargo estaban cerca. Lo supe antes de esto, antes de ser un axolotl. Lo supe el día en que me acerqué a ellos por última vez. Los rasgos antropomórficos de un mono revelan, al revés de lo que cree la mayoría, la distancia que va de ellos a nosotros. La absoluta falta de semejanza de los axolotl con el ser humano me probó que mi reconocimiento era válido que no me apoyaba en analogías fáciles. Sólo las manecitas... Pero una lagartija tiene también manos así, y en nada se nos parece. Yo creo que era la cabeza de los axolotl, esa forma triangular rosada con los ojillos de oro. Eso miraba y sabía. Eso reclamaba. No eran animales.

Parecía fácil, casi obvio, caer en la mitología. Empecé viendo en los axolotl una metamorfosis que no conseguía anular una misteriosa humanidad. Los imagine conscientes, esclavos de su cuerpo, infinitamente condenados a un silencio abisal, a una reflexión desesperada. Su mirada ciega, el diminuto disco de oro inexpresivo y sin embargo terriblemente lúcido, me penetraba como un menaje: "Sálvanos, sálvanos". Me sorprendía musitando palabras de consuelo, transmitiendo pueriles esperanzas. Ellos seguían mirándome, inmóviles; de pronto las ramillas rosadas de las branquias se enderezaban. En ese instante yo sentía como un dolor sordo; tal vez me veían, captaban mi esfuerzo por penetrar en lo impenetrable de sus vidas. No eran seres humanos, pero en ningún animal había encontrado una relación tan profunda conmigo. Los axolotl eran como testigos de algo, y a veces como horribles jueces. Me sentía innoble frente a ellos; había una pureza tan espantosa en esos ojos transparentes. Eran larvas, pero larva quiere decir máscara y también fantasma. Detrás de esas caras aztecas, inexpresivas y sin embargo de una crueldad implacable, ¿ qué imagen esperaba su hora ?.

Les temía. Creo que no haber sentido la proximidad de otros visitantes y del guardián, no me hubiese atrevido a quedarme solo con ellos. "Usted se los come con los ojos", me decía riendo el guardián, que debía suponerme un poco desequilibrado. No se daba cuenta que eran ellos los que me devoraban lentamente por los ojos, en un canibalismo de oro. Lejos del acuario no hacía más que pensar en ellos, era como si me influyeran a distancia. Llegué a ir todos los días, y de noche los imaginaba inmóviles en la oscuridad, adelantando lentamente una mano que de pronto encontraba la de otro. Acaso sus ojos veían en plena noche, y el día continuaba para ellos indefinidamente. Los ojos de los axolotl no tienen párpados.

Ahora sé que no hubo nada de extraño, que eso tenía que ocurrir. Cada mañana, al inclinarme sobre el acuario, el reconocimiento era mayor. Sufrían, cada fibra de mi cuerpo alcanzaba ese sufrimiento amordazado, esa tortura rígida en el fondo del agua. Espiaban algo, un remoto señorío aniquilado, un tiempo de libertad en que el mundo había sido de los axolotl. No era posible que una expresión tan terrible que alcanzaba a vencer la inexpresividad forzada de sus rostros de piedra, no portara un mensaje de dolor, la prueba de esa condena eterna, de ese infierno líquido que padecían. Inútilmente quería probarme que mi propia sensibilidad proyectaba en los axolotl una conciencia inexistente. Ellos y yo sabíamos. Por eso no hubo nada de extraño en lo que ocurrió. Mi cara estaba pegada al vidrio del acuario, mis ojos trataban una vez más de penetrar el misterio de esos ojos de oro sin iris y sin pupila. Veía muy de cerca la cara de un axolotl inmóvil junto al vidrio. Sin transición, sin sorpresa, vi mi cara contra el vidrio, en vez del axolotl vi mi cara contra el vidrio, la vi fuera del acuario, la vi del otro lado del vidrio. Entonces mi cara se apartó y yo comprendí.

Sólo una cosa era extraña: seguir pensando como antes, saber. Darme cuenta de eso fue en el primer momento como el horror del enterrado vivo que despierta a su destino. Afuera, mi cara volvía a acercarse al vidrio, veía mi boca de labios apretados por el esfuerzo de comprender a los axolotl. Yo era un axolotl y sabía ahora instantáneamente que ninguna comprensión era posible. Él estaba fuera del acuario, su pensamiento era un pensamiento fuera del acuario. Conociéndolo, siendo él mismo, yo era un axolotl y estaba en mi mundo. El horror venía -lo supe en el mismo momento- de creerme prisionero en un cuerpo axolotl, transmigrado a él con mi pensamiento de hombre enterrado vivo en un axolotl, condenado a moverme lúcidamente entre criaturas insensibles. Pero aquello cesó cuando una pata vino a rozarme la cara, cuando moviéndome apenas a un lado vi a un axolotl junto a mí que me miraba, y supe que también él sabía , sin comunicación posible pero tan claramente. O yo estaba también en él, o todos nosotros pensábamos como un hombre, incapaces de expresión, limitados al resplandor dorado de nuestros ojos que miraban la cara del hombre pegada al acuario.

Él volvió muchas veces, pero viene menos ahora. Pasa semanas sin asomarse. Ayer lo vi, me miró largo rato y se fue bruscamente, Me pareció que no se interesaba tanto por nosotros, que obedecía a una costumbre. Como lo único que hago es pensar, pude pensar mucho en él. Se me ocurre que al principio continuamos comunicados, que él se sentía más que nunca unido al misterio que lo obsesionaba. Pero los puentes están cortados entre él y yo, por que lo que era su obsesión es ahora un axolotl, ajeno a su vida de hombre. Creo que al principio yo era capaz de volver en cierto modo a él -ah, sólo en cierto modo- y mantener alerta su deseo de conocernos mejor. Ahora soy definitivamente un axolotl, y si pienso como un hombre es sólo porque todo axolotl, piensa como un hombre dentro de su imagen de piedra rosa. Me parece que de todo esto alcancé a comunicarle algo en los primeros días, cuando yo era todavía él. Y en esta soledad final, a la que él ya no vuelve, me consuela pensar que acaso va a escribir sobre nosotros, creyendo imaginar un cuento va a escribir todo esto sobre los axolotl.










113

Nódulos de un viaje a pie de la rue de la Glacière hasta la rue du Sommerard:

—¿Hasta cuándo vamos a seguir fechando «d.J.C.»?

—Documentos literarios vistos dentro de doscientos años: coprolitos.

—Klages tenía razón.

—Morelli y su lección. De a ratos inmundo, horrible, lastimoso. Tanta palabra para lavarse de otras palabras, tanta suciedad para dejar de oler a Piver, a Caron, a Carven, a d.J.C. Quizá haya que pasar por todo eso para recobrar un derecho perdido, el uso original de la palabra.

—El uso original de la palabra (? ). Probablemente una frase hueca.

—Pequeño ataúd, caja de cigarros, Caronte soplará apenas y cruzarás el charco balanceándote como una cuna. La barca es para adultos solamente. Damas y niños gratis, un empujón y ya del otro lado. Una muerte mexicana, calavera de azúcar; Totenhinder lieder...

—Morelli mirará a Caronte. Un mito frente al otro. ¡Que viaje imprevisible por las aguas negras!

—Una rayuela en la acera: tiza roja, tiza verde. CIEL. La vereda, allá en Burzaco, la piedrita tan amorosamente elegida, el breve empujón con la punta del zapato, despacio, despacio, aunque el Cielo esté cerca, toda la vida por delante.

—Un ajedrez infinito, tan fácil postularlo. Pero el frío entra por una suela rota, en la ventana de ese hotel una cara como de payaso hace muecas detrás del vidrio. La sombra de una paloma roza un excremento de perro: Paris

—Pola París. ¿Pola? Ir a verla, faire l’amour. Carezza. Como larvas perezosas. Pero larva también quiere decir máscara, Morelli lo ha escrito en alguna parte.






Amor 77

Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman,
se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.


Julio Cortázar






Current mood: Morelli-ana.




Monday, November 08, 2004

I've got the muse in my head, she's universal.

Hoy tengo fiebre.
No demasiada, teniendo en cuenta que normalmente suelo estar a 35 grados (es que suelo estar fría, que no serlo; los dos son verbos copulativos pero no significan lo mismo) estar a 39 grados a media tarde no está mal, veremos como se presenta la noche.

Esta mañana me he levantado con la sensación de tener un casco aislante puesto en la cabeza.
Mientras me duchaba algunas gotas lograban penetrar en él, otras sólo se quedaban en la superficie y resbalaban por la nuca bajando en zig-zag y perdiéndose hacía algún lugar mejor por esa extraña fuerza de coriolis.

Cuando alguien tiene fiebre delira, dice cosas inconexas y al final termina por balbucear justificando la invención de dadá pero sin diccionario. A mi me da por pensar, por intentar atravesar el casco naútico y por volver a darle vueltas a las mismas cosas de siempre usando caleidoscopios cambiados [que le voy a hacer niño, si soy asi :( ].

El viernes estuve a punto de quemar una tienda donde la gente tenía palillos en vez de piernas (quizás tengas razón y no deba trabajar ahí), esta tarde pensaba en la primera vez que trabaje a los 15 años sin contrato y entraba a las 8 de la mañana y salía a las 10 de la noche. Es lo que tiene un pueblo, que la legalidad acaba donde empieza la valla del vecino y la cortina de la mujer de enfrente.
A veces echo de menos las charlas con el hombre que me traía el abrigo los fines de semana y me contaba que tenía unos nietos que le iban a ver los veranos y nunca traía su ticket para recogerlo, eso si, era reconocible: de cuadros, con algún que otro remiendo en las mangas y más o menos de la era del paleolítico anterior, pero era divertido (aunque el primer día no lo fuera tanto, claro, porque rebuscar entre 500 prendas algo de lo que no tienes ni paspotera idea como mínimo hace que te suden las manos y, con mis tendencias, eso era el mar muerto pero en salino); después le pillas la técnica.
Tambíen aprendí el valor decorativo de los loyos rojos en una ensalada de verano, y que lo importante es que un grifo siempre brille si el cliente es inglés (si es japonés lo mejor es aprender a deletrear la factura); las literas son bastante puñeteras, y más si llevan tres mantas dobladas. Si encima te toca ser chica de los recados para llevar menús a viejos fachas calla y asiente, luego intenta aplacar tus ganas de escupirles en las lentejas del mediodía, o sino intenta que no se note demasiado...
Entonces eso era divertido, cuando intentas volverle la espalda a eso y lo obvias es cuando te toca hacerte una "leyenda", es decir, intentar ser otra persona cuando sabes que eso es imposible, y no se borra ni con tres litros de vozca, y todo empieza a venirte grande.
Sabes que si te esfuerzas es más difícil llevar tres bandejas en un brazo que cualquier cosa, si has conseguido lo primero conseguirás lo que sea pero llevas demasiado tiempo sin extender un brazo que las bandejas corren por la mesa como un maratón diseñado por ultimátum.

Supongo que será la fiebre, en el fondo cuando intento pasar mis delirios a palabras terminan por quedarse siempre a medias y son sólo sobras de lo que al principio parecía un menú de nouvelle cuisine.


"We were tight, but it falls apart as silver turns to blue.
Waxing with a candlelight, and burning just for you.
Allocate your sentiment, and stick it in a box.
I've never been an extrovert, but i'm still breathing.

Someone tried to do me ache (it's what I'm afraid of)

With hindsight, I was more than blind, lost without a clue.
Thought I was getting carat gold, and what I got was you.
Stuck inside the circumstances, lonely at the top.
I've always been an introverthappily bleeding.

Someone tried to do me ache (it's what i'm afraid of)

4 7 2 3 9 8 5 - I gotta breathe to stay alive,
and 1 4 2 9 7 8 - feels like I'm gonna suffocate.
14 16 22 - this skin that turns to blister blue.
Shoulders toes and knees, I'm 36 degrees,
shoulders toes and knees,I'm 36 degrees,
shoulder toes and knees, I'm 36 degrees,
shoulders toes and knees, I'm 36 degrees."

Placebo -- 36 degrees

Y pese a que me duele la garganta sigo fumando, fumo, me consumo, echo humo, me esfumo y continuo.
Hago un círculo difuso y me pierdo.

PD: a mi alrededor todos piensan que lo que hago son auténticas gillipo-marico-pérdidas de tiempo.
Quizás debería dejar de escribir imbeciladas, tirar el ordenador por la ventana, quemar todos los cuadernos que tengo escritos, comprarme unos tacones, una coño-falda, traicionar todo en lo que pienso (dejar de pensar, de paso) y convertirme en una oveja anónima más.
Puede que lo haga.

"Woman, man or modern monkey; just another happy junkie"


Current mood: a pig in a cage on antibiotics

Saturday, November 06, 2004

Yes I eat a cow. I am not proud.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII existía en Birmingham, Inglaterra, una sociedad llamada la Sociedad Lunar, porque sus miembros se reunían en una de las tabernas de la ciudad el primer lunes posterior a la Luna llena.
Entre cerveza y cerveza ponían en común todos sus adelantos hasta el momento y al terminar sabían que gracias a la luna tendrían luz suficiente que guiara sus pasos en la vuelta a casa.

En la asociación de lunáticos, como se les llamó, se gestó gran parte de la Revolución Industrial.
De lo que al principio sólo parecía a simple vista una panda de locos llenos de papeles alrededor de vasos que se vaciaban cada vez más y más rápidos pasaron a salir personalidades como James Watt; que desde pequeño trabajo en el taller de su padre y después de realizar multitud de patentes se retiró para seguir investigando; aunque se le sigue considerando el padre de la máquina de vapor; Erasmus Darwin, el abuelo de Darwin; que llegaba a recorrer cientos de millas al cabo del año para visitar a sus pacientes y que, además de ser un pensador bastante radical para la época, que ya alumbró algunas de las claves que luego su nieto plasmaría en la Teoría de la Evolución, fue un excelente poeta; Matthew Boulton, que descubrió una nueva forma de grabar el acero que influyo en las investigaciones de Watt; así como los procedimientos de John Wilkinson que intuyó la importancia de la corriente hidraulica y el uso del chorro de corriente que se uso en la máquina de vapor.



¿Qué hubiera pasado si nunca se hubieran juntado? ¿Si la luna nunca hubiera brillado lo suficiente?



[...]


Un sólo hombre siempre aspira a más que cuando se junta con otros tres alrededor de una mesa pero por lo general suele lograr el doble si cuenta con otros que cuando va él sólo a la batalla, a lo desconocido.
Supongo que esa es la pequeña tortura, o una de ellas, de la vida, intentar abarcarlo todo sabiendo que no se puede y tener que "arriesgarse" a compartirlo con la opción de poder llegar a la meta y que luego no haya que despertarse.

También puede que te despiertes y en realidad lo único que haya pasado es que los pies se hayan levantado del suelo más de lo necesario pero las risas cuando suenan sin eco siempre son mejores. Y eso nadie puedo robartelo...aunque sean veinte, o doscientos.


PD: anoche la luna era un croissant.
Luego llegue a casa y me bebí un vaso de leche enorme con magdalenas.
Era lo único que encontré para hundir en el fondo.







Listen to: Nirvana - Bleach

Current mood: we've broken "y"our mirrors, sunday morning is everyday for all I care.

Monday, November 01, 2004

Hurlements inexpressives

"Sé que no les tiene en cuenta, porque la corte está armada;
pero le suplico permitirme decirle que se les debe tener muy encuenta,
cada vez que ellos se tienen en cuenta a sí mismos para todo.

Han llegado a este extremo; comienzan a no tener en cuenta vuestros
ejércitos, y la desgracia es que su fuerza consiste en su imaginación;
y en verdad se puede decir que al contrario de todas las demás fuerzas
de poder, ellos pueden, cuando han llegado a un cierto punto, todo lo
que creen poder."



Cardenal de Retz -- Memorias

" La locura no se puede encontrar en estado salvaje. La locura no existe sino en una sociedad, ella no existe por fuera de las formas de la sensibilidad que la aíslan y de las formas de repulsión que la excluyen o la capturan. Así, se puede decir que en la Edad Media, y después en el Renacimiento, la locura está presente en el horizonte social como un hecho estético o cotidiano; después en el siglo XVII ¾ a partir del internamiento¾ , la locura atraviesa un periodo de silencio, de exclusión. Ella ha perdido esa función de manifestación, de revelación que tenía en la época de Shakespeare y de Cervantes (por ejemplo, Lady Macbeth comienza a decir la verdad cuando deviene loca), ella deviene irrisoria, falaz. Finalmente, el siglo XX somete la locura, la reduce a un fenómeno natural, la liga a la verdad del mundo. De esta toma de posesión positivista debían derivar, de una parte, la filantropía despreciadora que toda psiquiatría manifiesta frente al loco y, de otra parte, la gran protesta lírica que se encuentra en la poesía desde Nerval hasta Artaud, y que es un esfuerzo por volver a dar a la locura una profundidad y un poder de revelación que habían sido aniquilados por el internamiento.

[...]

El lenguaje último de la locura es el de la razón, pero envuelto en el prestigio de la imagen, limitado al espacio de la apariencia que la define, formando así los dos, fuera de la totalidad de las imágenes y de la universalidad del discurso, una organización singular, abusiva, cuya particularidad obstinada constituye la locura. A decir verdad ésta no se encuentra por completo en la imagen, que por sí misma no es verdadera ni falsa, ni razonable ni loca, tampoco está en el razonamiento que es forma simple, no revelando más que las figuras indudables de la lógica. Y sin embargo, la locura está en la una y en la otra. En una figura particular de su relación. "

Michel Foucault -- Locura y civilización.











Current mood: in petit comitè.